La caminata por el Camino Inca
hacia Machu Picchu es conocida por sus paisajes y riqueza arqueológica y
por eso es visitado por los turistas de todo el mundo. Atraídos por esta
idea nos informamos sobre otras rutas que nos llevaran a Machu Picchu.
Nuestro camino no tuvo los restos arqueológicos que se encuentran en el
Camino Inca, pero contaba con hermosos paisajes y muy pocos turistas en el
camino. Todo esto le dio un carácter mágico a nuestra caminata.
Primero nos quedamos un día en
Cusco para aclimatarse. A la mañana siguiente empezó nuestra aventura y
nos dirigimos con el bus a Mollepata y después a Cruzpata (aprox. 4 horas
de viaje). Al bajar del bus las mulas y caballos fueron ensillados y cada
uno de nosotros solamente tenía que cargar una pequeña mochila. En el
camino paramos para comer nuestro almuerzo. El valle contaba con abundante
vegetación, todo estaba verde y el cielo celeste con nubes redondeadas que
parecían algodones. Después de cinco horas llegamos a Soraypampa, nuestro
primer campamento (aprox. 3700 m). Nos pusimos nuestras gruesas casacas,
ya que hacía bastante frío al pie de los nevados Humantay (en quechua
montaña con cabeza humana) y Salkantay (montaña salvaje, ya que
normalmente está cubierto con muchas nubes por el mal clima)).
Muy temprano a la mañana
siguiente alcanzamos el paso del Salkantay (4400 m). No fue un trabajo
fácil. Con mucho esfuerzo subimos por el nevado hasta el paso que nos
llevaría a Santa Teresa. Uno se sentía tan pequeño entre las imponentes
cumbres del Salkantay y del Humantay. Felizmente tuvimos excelente clima,
el sol brillaba y el cielo estaba despejado. Al pasar el paso bajamos con
nuestras piernas cansadas hasta un lugar donde paramos para comer nuestro
almuerzo. Después de caminar en total aproximadamente 7 horas alcanzamos
nuestro segundo campamento detrás de unas casitas de piedra cerca del río. Al
día siguiente alcanzamos la ceja de selva. Salimos muy temprano para tomar
desayuno junto a unas aguas termales (2700 m) que emergían al iniciar
nuestro camino por la ceja de selva. Aquí tuvimos la oportunidad de
bañarnos bajo un chorro de agua más caliente que tibia y disfrutamos mucho
el baño después de tres día sin tener la oportunidad de darnos un buen
duchaso. Continuamos nuestro camino con nuevas energías. La ruta iba
mayormente en bajada o con ligeras subidas. Fue un paseo muy agradable.
Finalmente llegamos a nuestro tercer campamento en un pueblo llamado La
Playa, que se encontraba directamente junto al río. Muchos niños curiosos
del pueblo nos acompañaron en el campamento durante la noche y luego en la
mañana.
Necesitábamos echarnos
constantemente repelente de insectos, sobre todo en la ceja de selva,
donde nos encontrábamos. La vegetación en este lugar era muy espesa y las
especies de plantas eran distintas que en la sierra, donde iniciamos
nuestra caminata, muchas de ellas eran bastante grandes. Al cuarto día
tomamos un camino escondido, que pasaba por Lucumabamba. En el piso vimos
la piel que había dejado atrás una serpiente. Empezamos a subir entre la
espesa vegetación en medio de la selva. Al llegar a la parte más alta de
este cerro nos encontramos con unos enormes árboles que nos hacían sentir
muy pequeños. Luego nos topamos con una caída de agua, como tantas que
habíamos visto en el camino. Nos refrescamos y avanzamos hacia nuestro
siguiente campamento. Frente a nuestros ojos apareció sigilosamente una imagen increíble, veíamos los cerros de Machu Picchu y Huayna Picchu. Con los binoculares incluso se podían observar a los turistas sobre los ruinas. Ahora nos encontrábamos en la selva nublosa. Pronto nos rodearon las nubes y no pudimos ver nada más a nuestro alrededor. Después de algunos truenos empezó a llover durante la noche. Por la mañana no cesó la lluvia y le dio un toque más interesante a toda la caminata, pues tuvimos que bajar con nuestros impermeables sobre el resbaloso lodo. Caminamos y resbalamos hasta abajo durante casi una hora. Todos embarrados caminamos cerca de la hidroeléctrica de Santa Teresa hasta la estación de tren. Antes que llegara el tren que nos llevaría a Aguas Calientes visitamos las ruinas de Intihuatana. Directamente junto a la vía del tren aparecieron entre la vegetación los muros de las ruinas. Las enormes piedras encajaban perfectamente una sobre la otra. Parecía ser un templo importante. A los alrededores se podían observar otro tipo de paredes no tan perfectas que formaban algunas habitaciones pegadas al cerro que se encontraban a diferentes alturas.
Finalmente llegó el tren y viajamos a Aguas Calientes. Esta vez
acampamos en una zona de campamenteo llamada Puente Ruinas en Aguas
Calientes. Antes que empiece a llover nuevamente nos dirigimos a los
baños termales, donde nos remojamos durante horas hasta quedar
arrugados. Al
día siguiente tomamos el bus a Machu Picchu. Aquí visitamos el Puente
Inca, las ruinas de Intipunku, parte alta en la cual desemboca el Camino
Inca, y luego subimos hasta la cima del Huayna Picchu, donde se encuentran
también ruinas a pesar de su forma tan empinada. Al final nos tomamos un
buen tiempo para visitar la ciudadela de Machu Picchu. En la tarde nos
dirigimos a la estación de tren para iniciar nuestro camino de regreso al
Cusco y a nuestra vida anterior.
Todo esto fue una gran
aventura y en este tipo de experiencias uno siente que finalmente es parte
de la naturaleza. Y nada más que eso, y que por ello debemos respetar y
cuidar al mundo natural que nos rodea. Al vivir en ciudades artificiales a
veces no nos queda esto tan claro, porque vivimos en base a necesidades
también artificiales. En este tipo de caminatas uno se da cuenta que
alcanzar el sentido de nuestras vidas y la felicidad no son una tarea tan
difícil y que todo es solamente lo que nosotros queremos ver, ya que
vivimos en medio de tanta riqueza, que nos puede dar mucha felicidad y
satisfacción. Se puede ser feliz con lo más simple de la vida.
Hasta la próxima! Erika Dopf
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